Europa sufre una deslocalización digital que pasa más desapercibida que la industrial pero que potencialmente es mucho más peligrosa para el futuro económico del Viejo Continente. Solo el 4% de los datos generados por la explosión de la cibereconomía se almacena en la Unión Europea, una mínima cantidad que refleja la escasa presencia del club en un mercado en plena ebullición.
La agenda digital puesta en marcha por la Comisión Europea intenta recortar distancias con EE UU, líder mundial en la gestión de datos. Pero las barreras nacionales, el rigor de algunas normas sobre privacidad y las limitaciones presupuestarias están dejando a Europa debajo de la lucrativa nube digital y al margen de los imprescindibles avances en ciberseguridad.
Un reciente informe de Deloitte, encargado por la Comisión Europea, calcula que el desarrollo de los servicios de la nube podría añadir unos 449.000 millones de euros a la economía europea en un plazo de cinco años. Casi medio billón de euros que, según el estudio, podría traducirse en una contribución neta al PIB de la UE de entre el 0,4% y el 0,7% al año. El desarrollo de la nube requiere, además, potenciar la seguridad, otro negocio en ascenso en el que Europa tampoco logra aprovechar todo su potencial.
Bruselas intenta facilitar que surjan grandes servidores paneuropeos
“No hay un solo gran actor europeo”, lamenta un reciente informe sobre ciberseguridad del EPSC, el centro de análisis estratégicos de la Comisión Europea. El documento describe la fragmentación del sector en Europa, “con más de 600 pequeñas compañías dando servicio a infraestructuras neurálgicas y a las Administraciones públicas. Y advierte de la “dependencia” de tecnologías desarrolladas fuera de Europa.
Sin grandes infraestructuras transfronterizas para almacenar datos y sin un blindaje para garantizar su seguridad, la nube europea no llega adquirir las dimensiones que desea Bruselas. La Comisión insiste en que “el tamaño del mercado es un factor esencial” para la localización y gestión de los datos. Y la ausencia de centros de envergadura en suelo comunitario deja a la UE relegada en una actividad crucial para la economía del siglo XXI.
En 2014, el valor del tráfico transfronterizo de datos alcanzó los 2,8 billones de dólares y superó al valor del tráfico de mercancías, según datos recogidos por la CE. Los informes del Fondo Monetario Internacional apuntan en la misma dirección e indican que el flujo transfronterizo de datos fue la relación comercial que más creció entre 2008 y 2012 tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea.
El blindaje legal de los datos en Europa contrasta con su dudosa seguridad
Europa, sin embargo, apenas está sacando beneficio de esa explosión por culpa de un cúmulo de factores que Bruselas intenta superar, por ahora, sin éxito. Por un lado, la fragmentación del mercado digital europeo impide economías de escala para explotar grandes nubes transfronterizas de datos que cubran el mercado europeo, el mayor del mundo, con 504 millones de habitantes.
Por otro, el creciente número de barreras y restricciones nacionales, que se han doblado desde 2006, según la Comisión Europea, imponen una geolocalización de los datos que impide a las compañías explotar su información a escala europea.
En los últimos años, además, la UE se ha situado a la vanguardia mundial en la protección de datos y ha orientado gran parte de su esfuerzo legislativo en el campo digital hacia las garantías del consumidor en relación con la información que genera. En el mercado se ironiza con la conocida broma que apunta a que, a menudo, EE UU desarrolla un modelo de negocio, China lo copia… y Europa, lo regula.
EE UU copa el 83% de la facturación
Europa busca una gran nube de medio billón de euros
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Bruselas quiere que la UE aumente su presencia en el mercado de datos digitales.
Deslocalización. Según la CE, de los 25 mayores proveedores públicos de servicios de nube digital en Europa, los 17 que tienen su sede en EE UU copan el 83% de la facturación total de esa actividad. Siete centros con sede europea captan el 14% de los ingresos. Y el 3% restante se lo reparten pequeños proveedores, generalmente europeos.
Costes. La Comisión señala que los costes de la energía, la normativa local o los regímenes fiscales influyen en la localización de los grandes centros de datos. Los estudios que maneja la CE muestran que los gastos de construcción de un centro de datos en Europa pueden ser un 120% más altos que en otras zonas del planeta y los costes operativos pueden ser hasta el doble.
Fronteras. Bruselas señala, sin embargo, que la fragmentación del mercado europeo, con tantos mercadillos como países, parece ser la principal razón para la ausencia de grandes gestores europeos en los servicios de nube. Las restricciones de geolocalización, que impiden el flujo de datos de un país de la UE a otro, complican de momento la explotación del negocio de la nube a escala europea y el crecimiento de las empresas del sector.
La propia Comisión parece arrepentida en parte de su tendencia reguladora en el tratamiento de datos, porque se han potenciado las garantías formales mientras se descuidaba la protección física de los mismos.
“Esas garantías se vuelven inútiles si en cualquier momento se puede acceder a los datos o hackearlos”, advertía en mayo el citado informe del EPSC de la Comisión. Y en sus propuestas para suprimir cortapisas al tráfico de datos, la CE también recuerda que la obligación de mantener los datos dentro de las fronteras de un país no significa necesariamente que estén más seguros.
Bruselas confía en que la supresión de las llamadas restricciones de geolocalización facilite la aparición de una nube paneuropea que redunde en beneficio de los proveedores del servicio y de los consumidores.